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A lo robinsón en las islas bretonas

A lo robinsón en las islas bretonas

Paisaje, naturaleza y la tranquilidad de una isla. ¿Se te ocurre un plan mejor para desconectar en vacaciones y recargar pilas?

Tú, el mar y la compañía que elijas (familia, amigos, pareja…). Las islas bretonas ofrecen un paréntesis intimista para desconectar del día a día ¡y del continente! Apartado del mundo y alojado en islotes deshabitados en los que solo contarás con la compañía de algunos otros inquilinos —y no en todos los casos—.

LOUËT, LA ISLA DEL FARO

Las costas de Carantec y la magnífica bahía de Morlaix, sembrada de islas e islotes —la isla de las Damas, la isla Verde, el Infierno o el Paraíso…—, fueron en su día destino vacacional de personajes como Alejandro Dumas, el mariscal Foch y Nina Ricci.

Uno de esos islotes es Louët. Está a 350 metros de la costa y la casita del guarda del faro, con su jardín,  es la única vivienda de la isla. Su terraza, equipada con una barbacoa excavada en la piedra, es perfecta para disfrutar de exquisitas veladas con vistas panorámicas sobre el litoral bretón.

¿No te gustaría ser el amo de la isla un par de días?

EN PLENA NATURALEZA EN LA ISLA MILLAU

Con marea baja, diez minutos a pie son suficientes para llegar a la pequeña isla de Millau, situada frente a Trébeurden, en la costa de granito rosa. Cuando sube la marea, la granja que hay en el islote —con capacidad para 17 personas en una de sus tres casas rurales— queda totalmente aislada del continente.

Si no quieres quedarte sin cenar, más vale que llenes la despensa de provisiones; aunque siempre puedes optar por descubrir las cartas de las crêperies, brasseries y restaurantes de la zona.

UNA GRANJA FAMILIAR EN LA ISLA DE QUÉMÉNÈS

En el corazón del archipiélago de Molène, perdido entre la punta del Finistère y la isla de Ouessant, el islote de Quéménès permaneció abandonado durante mucho tiempo, hasta que en 2007 una joven pareja decidió instalarse en las tierras del Conservatorio del Litoral. Desde aquella fecha Soizic y David han tenido dos hijos y regentan una granja insular en la que las ocas conviven con el cerdo Gastón y cincuenta carneros.

Esta familia de auténticos robinsones cultiva también patatas, recoge algas comestibles y todavía encuentra tiempo para acoger a turistas durante siete meses al año en su casa de huéspedes.

Sin televisión, sin WI-FI, con un aerogenerador y paneles solares que aseguran el abastecimiento de energía… y comiendo lo que se produce en la propia granja. Pasar una temporada en la isla de Quéménès es una auténtica experiencia.

Quéménès

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