Bici y pícnic en Finca Villacreces
Paseo en bici, pícnic, cata… Una experiencia relajada y exclusiva para disfrutar del vino y la naturaleza en la Ribera del Duero.
Bodegas hay muchas y visitas guiadas también. Aún así, habrá quien piense que vista una, vistas todas: el proceso de elaboración del vino es el que es, las barricas son lo que son, una cata no deja de ser una cata… Sí, una bodega es una bodega. Pero hay bodegas y bodegas…
La última que he tenido la oportunidad de conocer es Finca Villacreces, una bodega con ocho siglos de historia ubicada en plena milla de oro de la Ribera del Duero. ¿Qué sabía de ella antes de visitarla? Solo que elaboran el que fue calificado por Robert Parker como “el mejor vino de la historia por menos de 20 dólares” —su Pruno 2010—, un dato que, como carta de presentación, no está nada mal. ¿Qué puedo decir de ella después de haber pasado un día allí? Que merece la pena ir a conocerla porque es una de esas bodegas que gustan y se quedan en el recuerdo.
Llegamos allí para probar su experiencia “Vino, bici y pícnic” y la primera impresión no pudo ser mejor: el viñedo —precioso en otoño—, los pequeños estanques junto a la casita, los pinos centenarios que arropan la finca… Un marco natural privilegiado que aumenta el atractivo de esta “joya escondida de la Ribera del Duero” —de nuevo, palabras del señor Parker.
Las bicis nos estaban esperando. Primera parada: la zona de pícnic, junto a una huerta experimental con diferentes variedades internacionales. El escenario perfecto para probar el vino de la bodega, acompañado de jamón, quesos —Idiazabal (Álava), Flor de Esgueva (Valladolid) y Vicente Pastor (Zamora)—, cremosas croquetas —de kikos y jamón y de queso azul y nueces— y un original y rico bocado de huevo frito con patatas y beicon. Un picnic delicioso.
De nuevo a las bicis eléctricas y, ahora sí, paseo por el viñedo para disfrutar y respirar el alma de Finca Villacreces. El recorrido, breve, discurre por las distintas parcelas del viñedo, de las variedades Tinta Fina, Cabernet Sauvignon y Merlot, e incluye una parada junto a un meandro del río Duero.
De vuelta en la bodega toca hacer la visita guiada: zona de elaboración, salas de barricas donde envejecen los tres vinos de la bodega —Pruno, Finca Villacreces y Nebro—, capilla, patio antiguo… Y de ahí a “jugar” a la sala de catas. Sí, porque con el plan “Vino, bici y picnic” también podemos ser enólogos por un día y crear nuestro propio Villacreces a partir de un coupage de las distintas variedades de uva de la finca. Así que pipeta en mano y a mezclar.
La experiencia termina con el mejor sabor de boca posible: un almuerzo con productos de la tierra en uno de los acogedores comedores del edificio social de la bodega. Por supuesto, maridado con vino Villacreces.
Si el propio Parker confiesa que está enamorado de Pruno —ha seguido otorgando 93 puntos a cada una de las añadas—, yo puedo decir que he vuelto enamorada de Finca Villacreces.
Texto y fotos: Yolanda Delgado
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