Ni siempre fueron de chocolate ni contenían regalos en su interior. ¿Conoces los orígenes de esta costumbre tan popular en la Semana Santa?

Como te puedes imaginar, estos huevos no siempre fueron de chocolate ni contenían regalos en su interior. Lo que conocemos como huevos de Pascua es la evolución de un ritual pagano que celebraba la llegada de la primavera y que después recuperó el cristianismo.

En el antiguo Egipto y Persia los amigos intercambiaban huevos decorados cuando comenzaba la primavera como símbolo del renacer de la naturaleza, por eso se pintaban con colores brillantes que representaban el sol y la alegría de la vida.

Más tarde, la religión cristiana recuperó el ritual. Dado que la primavera europea prácticamente coincide con la Pascua, el huevo pasó a ser el signo de la resurrección de Cristo. Significaba júbilo para los cristianos y el levantamiento de la penitencia impuesta durante la cuaresma de no comer huevos (además de carne).

La costumbre de colorearlos y decorarlos es una evolución, por un lado, de la tradición precristiana que intentaba representar el sol, y por otro es consecuencia de que no pudieran consumirse durante la cuaresma. Como la conservación de los huevos durante los 46 días era problemática porque no existían neveras, lo habitual era bañarlos en cera líquida que los cubría y permitía mantenerlos más frescos.

Aunque en algunos países aún se siguen pintando y regalando huevos de gallina, lo normal es regalar huevos de chocolate, convertidos en auténticas, y deliciosas, obras de arte.

En España, es en Cataluña y Valencia donde existe más tradición en la elaboración de estas figuras de chocolate, con ‘monas de Pascua’ que en algunos casos son verdaderas esculturas. En otros países la tradición manda que los más pequeños de la casa salgan al jardín a buscar los huevos que el “conejo de Pascua” ha escondido la noche anterior.